Cambio de planes

Mis planes de vacaciones se habían truncado. Me hacía ilusión ir a solas con Ana, con quien acababa de iniciar una relación, a cualquier rincón de la costa mediterránea, pero ella prefirió que fueramos con el grupo de amigos a Galicia. Lejos de disgustarme, opté por adaptarme a la situación y tratar de disfrutar ante las nuevas expectativas.

Me puse al volante del Ford Aerostar que habíamos alquilado, con Ana en el asiento del copiloto, Miguel y Amanda en la fila central de asientos, y Lalo y Daniel en la tercera. Una carga excesiva para una furgoneta con escaso reprís, con la que adelantar a los camiones o afrontar las numerosas cuestas de nuestra rugosa orografía resultaban maniobras desesperantes. Tras casi doce horas de viaje llegamos a nuestro destino: Lalín.

Al llegar al pueblo los vecinos nos indicaron como llegar hasta la casa que habíamos alquilado en las afueras. Cuando la vi me pareció el escenario perfecto para una película de terror: antigua, solitaria y envuelta en una neblina fantasmagórica. Una vez atravesado el umbral de la puerta esa sensación fue aún mayor, con los techos altos, iluminación escasa, ventanas que no encajaban , escaleras que crujían como las cuadernas de un barco en mitad de la tempestad… A pesar de los problemas de mantenimiento, tanto la cocina como el baño (uno solo para cinco habitaciones) resultaban practicables. El agua llegaba a los grifos correctamente y salía por los desagües con unos retortijones de las cañerías que imitaban el sonido de groseros regüeldos.

Nada más llegar hicimos dos sorteos: uno para elegir la habitación que ocuparía cada pareja y otro para distribuir las tareas domésticas. Mientras esperaba mi turno para la ducha me dediqué a explorar todos los rincones de la casa, y debo decir que me gustó. No por su arquitectura, sino por las posibilidades que ofrecía.

La cena fue frugal porque el sueño podía más que el hambre, de modo que a las once todos nos habíamos retirado a nuestras habitaciones. A la mañana siguiente me levanté pronto, y así puede realizar con calma las tareas que tenía encomendadas tras el sorteo del día anterior.

Después del desayuno nos dirigimos hacia La Fraga de Catasós para realizar nuestra primera excursión. El sol se resistía a mostrarse, y del cielo cubierto se desprendían intermitentemente unas finas gotas de lluvia, eran elementos que le conferían al paisaje un aspecto bucólico… o inquientante. El paseo entre robles y castaños de gran tamaño resultó sumamente agradable. Durante el trayecto, un hombre que pasaba por allí se detuvo y nos explicó algunas historias de extraños sucesos que tenían lugar con frecuencia durante las noches, tanto en el bosque como en el pueblo. Cuando se hubo marchado fue objeto de algunas burlas, aunque realmente había conseguido asustar a mis amigos.

Ya de vuelta comimos en un restaurante del pueblo en el que pudimos degustar exquisitos embutidos y carnes, acompañados de un esponjoso pan casero y de un vino rudo. Decidimos dedicar la tarde al descanso, aunque el crujido de los viejos somieres se empeñaba en negarlo. Después de cenar hicimos una queimada en el jardín de la casa, aprovechando la tregua que nos concedía la lluvia. Para crear ambiente, decidí que apagáramos las luces y nos ilumináramos solo con las llamas azules que ascendían desde la olla. Una vez listo el brebaje, lo saboreamos sentados en el suelo en un círculo alrededor del caldero. Con una buena cantidad de alcohol circulando por las venas de los presentes, Lalo empezó a inventar historias de terror. Se le daba bien, tanto imaginarlas como narrarlas, y a mí me resultó de gran utilidad que fuera creando ese ambiente. Al finalizar uno de sus relatos me disculpé para ir al baño, y al regresar los encontré a todos abrazados y horrorizados. Me explicaron que una voz que parecía proceder de ultratumba había dicho con claridad «vais a morir todos», repitiéndolo dos veces más. Traté de tranquilizarlos echándole la culpa al alcohol, pero no lo logré. A los pocos minutos todos estaban en sus camas.

En mitad de la noche, un estruendo despertó a todos los habitantes de la casa. A los pocos segundos todos estábamos reunidos en el salón observando los restos de unas copas que habían caído desde una vitrina. Lalo, tratando de disimular su miedo, se ofreció a ir en busca de la escoba para recoger los vidrios. Mientras él barría se pudo oír con claridad una risa siniestra que no supimos determinar de dónde procedía. Nuevamente nos vimos todos abrazados.

Poco después, y ya algo calmados, cada pareja volvió a su habitación. Pero la tranquilidad duró poco. Unos minutos más y de forma casi simultánea, varios objetos que reposaban sobre los tocadores de las habitaciones de las otras dos parejas cayeron al suelo con cierto estruendo y sin poder determinar qué misteriosa fuerza los había empujado.

Nadie volvió a dormir. Celebramos una especie de gabinete de crisis en el que todos, salvo Ana y un servidor, decidieron regresar inmediatamente a Madrid. Entonces fui a buscar el horario de los trenes que llevaba en mi maleta y comprobamos que desde Monforte salía uno a las 10:30. Les acompañamos hasta la estación y regresamos a la casa, ahora sí, solos Ana y yo, como siempre había deseado.

Mucho tiempo después y gracias a las redes sociales volvimos a reunirnos en Madrid. El grupo se había dispersado y llevábamos años sin tener contacto. Algunas apariciones en televisión me habían otorgado una cierta fama como mago, y cuando les expliqué que lo sucedido en aquella casa había sido debido a mis trucos, todos rieron con ganas. Bien, no todos: Amanda se levantó y sin mediar palabra cogió su bolso y se marchó.

Ana me explicó que se había casado y unos años después se había divorciado. A ver si con mi magia consigo llevarla de vacaciones a cualquier rincón de la costa mediterránea.

2 comentarios en “Cambio de planes

  1. Frida

    Uff, qué miedo según lo ibas relatando, pero cuando todos oyeron ruidos mientras él iba al baño me empecé a oler la tostada, y me alegra descubrir que todo fue un ardid, porque me estaba dando cosilla, y es que encima en esa zona suele haber siempre una niebla espesa y lugares con escasa luz que por las noches dan mucho miedo.

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